Regular la innovación es sin duda un gran desafío. Vivimos un tiempo en donde se inventan industrias que no existían o bien se transforman las existentes de manera radical. Esto último impacta en incumbentes que están establecidos a la luz de la regulación existente. Muchas veces la innovación aparece como una disrupción tecnológica, otras a partir de la búsqueda de una respuesta antes reclamos desatendidos de los incumbentes por tiempo prolongado.
No es un tema fácil pero significa una enorme oportunidad para permitir un mayor acceso a finanzas de calidad para segmentos importantes de la población. ¿Qué reguladores no desean que exista una mayor competencia en el sector financiero en sus países logrando así bajar las tasas de interés, impulsar el crecimiento económico y, al mismo tiempo, fomentar la inclusión financiera otorgando créditos más accesibles?
Conozco a muchas autoridades financieras de la región. He intercambiado ideas con ellos y con los despachos de abogados más experimentados de Latinoamérica acerca de esta incipiente industria. Puedo concluir que ambos empatizan con la idea de aprovechar este tipo de innovación tecnológica y financiera. Más aún, puedo apostar a que lo necesitan. Tienen conocimiento que pocos bancos poseen una participación demasiado grande para el desarrollo equilibrado de nuestras economías emergentes y que muchas veces actúan como oligopolios.
Los bancos seguramente darán batalla defendiendo posiciones logradas durante muchos años. Son conscientes de su propio poder, utilizan firmas de cabildeo, y han empezado a mencionar que las empresas de P2P se encuentran en las fronteras de la regulación, mientras que Goldman Sachs define al P2P como “Banca de sombra”.
Seamos claros. P2P no se encuentra en el límite de la regulación, no hay regulación. Hasta hoy no se ha desarrollado una regulación aplicable al tema. Llamemos a las cosas por su nombre: la banca toma dinero de los ahorradores a un precio tan bajo como puede, y lo coloca tan caro como le es posible. Esa es la razón por la que se instalan cientos de sucursales cerca de la gente.
La intermediación está cuestionada por los clientes ya ellos creen que ya no genera valor. Hoy, la economía colaborativa está rigiendo nuestras sociedades, desplazando al intermediario y permitiendo que aquellos que quieren obtener un mayor rendimiento con su propio dinero, lo hagan posible. Las empresas de P2Ps empoderan a los inversores a obtener mayores retornos al proveer servicios conectándolos con quienes buscan un mejor préstamo, ciertamente un esquema en donde todos ganan.
Confundir a las empresas de P2P con los servicios bancarios no es correcto. Las empresas de P2Ps desarrollan un rol colaborativo con las autoridades para encontrar mejores formas para interactuar. Esto no significa que los reguladores deban permitir la entrada de jugadores sin experiencia o sin preparación. Al final del día, ninguno de ellos desea que ocurra un caos en las finanzas de sus países. Sin embargo, hoy no existen reglas en nuestros mercados más allá de que lo que no está prohibido está permitido. Por otro lado, la velocidad de la innovación es más rápida que los tiempos de las autoridades para regular un mercado que muchos aún siguen tratando de entender.
Las empresas de P2P ya se encuentran operando a nivel mundial, y son consideradas por Gartner Research como “una nueva forma de utilizar e interactuar con los servicios financieros, introduciendo respuestas más directas y satisfactorias a tendencias y necesidades sociales, demandadas desde años atrás al sector bancario”. Los reguladores están conscientes de que la generación conocida como “del Milenio” cada vez más considera a los bancos como irrelevantes, y preferirían obtener servicios financieros de compañías como Google, Apple o Paypal, más que de los bancos. El futuro no espera. La tecnología ha tomado a la banca como el nuevo objetivo de sus negocios. Más vale no ignorarla.
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El término describe diversos tipos de relaciones. Fue utilizado por primera vez en 1953 por el periodista estadounidense Walter Winchell en un artículo donde se preguntaba si los americanos deberían llamar a los soviéticos “Amienemigos” por acordar y disentir en tantos temas. La expresión es tan popular que en el 2012 Disney filmó una película para adolescentes con ese nombre. Actualmente en el mundo de las finanzas, este concepto ha recuperado notoriedad porque se ajusta con precisión para describir la tensa relación de las empresas FinTech y la banca tradicional.
Las FinTech vemos una oportunidad de negocios para acabar con la prolongada insatisfacción que las personas tienen con los bancos. Deseamos ganar mercado mejorando la experiencia de los clientes con los servicios financieros, ser sustentables y ganar dinero. Hemos desarrollado un nivel de innovación que los bancos no habían logrado pero también necesitamos de los bancos. Utilizamos mucho de la estructura bancaria actual como las cuentas (donde se recibe, transfiere o se mantiene dinero de nuestros clientes), transferencias electrónicas que mueven el dinero, medios de pago y servicios de recaudo como débitos automáticos entre otros. Nos quejamos que los bancos intentan bloquear nuestros movimientos poniendo palos en la rueda (cosa de la que puedo dar testimonio) negando servicios sin razón, dilatando el otorgamiento o bien cancelándolos una vez otorgados. Intentan hacer justicia por mano propia para defender posiciones obtenidas legítimamente durante muchos años y así mantener el rentable status quo.
Se quejan amargamente con las autoridades argumentando que compiten en desventaja porque las FinTech no están reguladas cosa que es cierto. Y seguramente en un plazo cercano existirá regulación. Pero olvidan que la regulación que los “oprime” les brinda la posibilidad de obtener el dinero de las personas y empresas a muy bajo costo (y en un porcentaje significativo a costo cero) y revenderlo a altísimo costo y con garantía estatal de depósitos. Han gozado de un período de bonanza competitiva prolongado que los ha llevado a tener posiciones oligopólicas en todo el mundo. Esa bonanza se acabó.
Esta tensión nos ha convertido en “Amienemigos” pero en el medio está la gente y las autoridades. Es un secreto a voces que las personas no quieren a los bancos. Más si hablamos de los Millennials. La gente ya tomó conciencia que la inexplicable diferencia entre lo muy poco que les pagan por el depósito de sus fondos y la enormidad que les cobran por los préstamos es producto de insistir con obsoletas estructuras de distribución (sucursales físicas) a las que nadie quiere ir. Tal es así que hay algunos bancos en el mundo que ya han empezado a cobrar por mantener los depósitos en cuenta.
Las personas experimentan a diario el poder de la tecnología: en cualquier industria donde la tecnología es protagonista, los servicios son mejores y más económicos. En servicios financieros es la diferencia entre acceder o no a créditos y eso es ayudar o postergar el desarrollo. Las autoridades también han reclamado históricamente a los bancos otorgar más y mejores créditos para facilitar el desarrollo de la población. Mientras que las personas perciben que los servicios financieros pueden ser mejores si se usa la tecnología, las autoridades ya lo saben efectivamente. Saben que la tecnología es una aliada excluyente para la inclusión financiera y hacen que esos servicios sean más accesibles y ubicuos.
Es verdad, no nos queremos pero tampoco tenemos que odiarnos. Nos necesitamos, pero más nos necesitan las personas para quienes trabajamos con el objetivo de lograr mejores servicios financieros y una mejor calidad de vida. La disrupción FinTech ha sido la contribución de los que creemos que mejores servicios financieros son posibles.
La gente merece mejores servicios financieros. Para ello, la colaboración es imprescindible. Por eso, bancos, hagamos las paces.
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Esto sin duda facilita la inclusión financiera. En el mundo de hoy no podemos hablar de inclusión financiera sin hablar de menores costos, pero sobretodo de la accesibilidad para que cualquier persona pueda solicitarlo a toda hora del día, desde donde se encuentre. Esto se puede lograr por medio de elementos que conviven con nosotros todos los días, los dispositivos conectados a internet, en particular los teléfonos inteligentes que en Latinoamérica superan el 50% de penetración en adultos. La tecnología ya nos ha dado pruebas suficientes que reduce costos, quita a los intermediarios y facilita la accesibilidad de múltiples productos y servicios en muchas industrias como el comercio minorista, el transporte urbano, el alojamiento turístico, las telecomunicaciones, el entretenimiento entre otros.
Ciertamente la oportunidad que tienen las compañías de FinTech y la tecnología en general para mejorar la inclusión financiera no está exenta de desafíos. En efecto, emprendedores, empresas tradicionales del sector de bancos, compañías de seguros, de procesamiento de pagos y las autoridades deben actuar en conjunto y colaborativamente para aprovechar el potencial de lograr mejores productos financieros para las personas, especialmente aquellas que no acceden habitualmente.
Las autoridades deben procurar un marco regulatorio adecuado que promueva la innovación y a la vez proteja los intereses y derechos de quienes participan de servicios novedosos. En el caso de los emprendedores el desafío es múltiple. Por un lado deben expandir el conocimiento de sus productos, ya que nadie compra aquello que no conoce y al mismo tiempo hacerlo en términos económicamente sustentables. Por otro lado, deben construir la confianza necesaria para que estos productos comiencen a ser utilizados en un entorno virtual, ya no presencial, que opera a la distancia, ajeno a los tradicionales contactos personales. La confianza no se genera espontáneamente, se requiere tiempo, perseverancia y trabajar con transparencia para satisfacer expectativas nuevas generadas por servicios innovadores. Los bancos deben acostumbrarse a la competencia de actores nuevos y colaborar en el desarrollo de alianzas colaborativas donde todos ganen.
Finalmente, y no menos importante, la tecnología tiene un gran efecto sobra la educación financiera de las personas. Los medios y herramientas online facilitan el acceso a contenido educativo e informativo como nunca antes lo hemos visto. Una persona, por ejemplo, puede simular un crédito y ser evaluado sin la necesidad de solicitarlo ni impactar su perfil de riesgo crediticio en los buros de crédito, eliminando la incertidumbre de millones de personas que no saben si podrán acceder a un crédito ni a qué costo.
Creemos que la experiencia financiera de las empresas FinTech no solamente debe ser una experiencia novedosa, sino también inclusiva, como parte de un proceso de intercambio donde todas las partes salgan beneficiadas. En el caso de los préstamos entre personas, quien solicita debe obtener mejores condiciones que en un banco, y quien presta debe obtener más por su dinero comparando con similares alternativas de inversión. Las relaciones justas son la base del progreso colectivo.
Para los que piensan que el FinTech es una moda pasajera les recuerdo que en las investigaciones de mercado los jóvenes del milenio (llamados también Millennials) pronto serán la mayoría de la fuerza laboral en todo el mundo. La mayoría de ellos (70%) esperan servicios financieros más adecuados a sus necesidades y no creen que puedan ser provistos por los bancos tradicionales, de tal manera que esperan que se los brinde empresas como Google, Facebook, Apple o Amazon.
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Adaptando la frase que Bill Clinton instaló en la política estadounidense ("Es la economía, estúpido" [1]), podríamos describir los cambios en el mundo de la banca: empresas de tecnología desafían a los bancos ofreciendo mejores rendimientos a los dueños del dinero.
Estos han encontrado en las plataformas de préstamos entre particulares (del inglés "peer-to-peer") nuevas formas para hacer rendir más sus fondos. Lo están haciendo con mayor frecuencia, mayor cantidad de dinero y en una creciente cantidad de países. El volumen proyectado para el 2025 de estas plataformas es de US$ 1 trillón y se estima que los bancos perderán entre el 25% y 50% del mercado de préstamos a personas y a PyMEs en UK y USA.
Contrariamente a lo que la gente piensa, los bancos no son los dueños del dinero. Solo ganan absurdas cantidades cobrándonos por mantener nuestros fondos en una caja de ahorro o cuenta corriente o pagándonos muy poco por plazos fijos mientras usan nuestro dinero para colocarlo a altísimas tasas con muy bajo riesgo de morosidad.
Pero actualmente, todo negocio de altos márgenes enfrenta el riesgo de competir con empresas tecnológicas. Prueba de ello es Skype que transformó las telecomunicaciones, Amazon a la industria editorial, eBay al comercio minorista, Apple a la industria de la música o Netflix al entretenimiento. La exitosa de cotización de las acciones de Lending Club en la bolsa de Nueva York marca el inicio de la transformación de la banca.
¿Es esto un fenómeno nuevo en las finanzas? Ciertamente no. Los reales dueños del dinero siempre han buscado mejores rendimientos para que sus fondos se multipliquen. Eso incluye a los millonarios y a quienes tienen algunos ahorros. Los bancos solían desarrollar productos para atraer a esos fondos, pero según Forrester Research (2)"la gente cree que los bancos ponen sus propios intereses por delante de los de sus clientes, y no cree que sean éticos en el desarrollo de sus negocios". Se entusiasmaron con sus altas utilidades y operando de manera ineficiente costos que pagamos entre todos.
Las empresas tecnológicas se han propuesto mejorar los rendimientos para los dueños del dinero con costos de operación más eficientes mejorando a la vez el costo de los préstamos para quienes los solicitan.
La “web social (3)” ha generado dos fenómenos que se potencian entre si. Por un lado, el paradigma de la intermediación, que concibe el dinero como algo escaso en manos de pocos que necesitan intermediarios para poder incrementar su valor, pierde fuerza. Por otro lado “La Economía del Compartir” (4) se extendió más allá de conceptos digitales (mp3s o fotos) haciendo más tangible y útil el “compartir” como elemento clave de los negocios. Es un tendencia irreversible. Intercambiar ropa, casas para vacacionar, compartir viajes con desconocidos (5) o pedir dinero prestado a otros, está transformando a los Nativos Digitales (6) como las tarjetas de crédito lo hicieron con los “Baby Boomers” cambiando las finanzas personales para siempre.
La idea de las finanzas colaborativas es simple: crear valor al compartir. Invertir dinero en créditos de otros posibilita obtener mejores rendimientos para el que presta y menores costos para quien solicita. Los participantes sienten que interactúan con personas y no con bancos.
Si bien es llamativo que los bancos no se adapten rápidamente, es comprensible que así suceda. Los bancos nunca han sido promotores de productos innovadores. Las tarjetas de crédito, los cajeros automáticos y los pagos móviles, productos muy usados por la banca, no fueron desarrollados por los bancos. Más aún, cuentan con gran cantidad de sucursales físicas muy costosas que ya no responden a los objetivos de los clientes sino de sus organizaciones. Hoy son un lastre.
A los bancos les costará crecer con la fórmula que han sabido manejar. Ignorar los cambios sociales y tecnológicos nunca ha sido el camino adecuado. Nunca más vigente la frase de Gandhi que ningún banquero debería desoír: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan, entonces ganas”. ¿Cuánto falta para que los bancos nos ataquen?
1. Fuente Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Es_la_econom%C3%ADa,_estúpido
2. Fuente Forrester Research - Prosper's P2P Lending Network Defies Status Quo – Catherine Graeber, June 2006
3. Término de negocios para describir los procesos de inteligencia colectiva o web 2.0. http://es.wikipedia.org/wiki/Web_social
4. Rachel Botsman, autora del libro “What's Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption” y http://www.economist.com/node/21537967
5. Mashable – The rise of sharing economy http://mashable.com/2012/02/07/sharing-economy/
6. La definición de Nativos Digitales alcanza a la Generación Y como a los Millenials nacidos desde 1981 hasta el 2000.
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